Apnea y ajá

 

 

Mirá mi mano, dice. A la cuenta de tres la respiración se detendrá. O mejor, se ralentizará hacia un estado en el que pareciera que no hacen falta los pulmones. Algo respira ahí afuera y una se queda quieta hasta en lo que concierne a la actividad pulmonar, porque ¿para qué interrumpir la transmisión con nimiedades como seguir viviendo?
Esa es la sensación. Podría morir ahora, y estaría perfectamente bien.
Me pasó dos veces esta semana.
Hace un rato, con Safe European Home en los auriculares, maleta en mano, en una estación gris con gente gris. Me giro y veo uno de esos cielos que se le escapan a la ciudad en la que vivo. Un happening translúcido, una cúpula rosa y gaseosa sobre otra cúpula de cristal. Y a mis pies las vías del tren, vías que comienzan y siguen y no se detienen hasta llegar una casa donde me están esperando con abrazos.
Y entonces me olvido de cómo respirar, o tal vez es que el mundo últimamente me hace tanto la gamba que se mete en mi tráquea sin que me dé cuenta, y me hace de pulmotor para que yo pueda gastar la moneda de este momento en licuarme con el bajo de Simonon y sentir el peso de la valija en la mano y frotar la córnea contra el cielo y las vías y una neurona contra la otra para hacer fuego en una sinapsis pequeñita que se traduce (como una voz que habla dentro del pecho) en “podría morir ahora y estaría perfectamente bien.”
Y la vez anterior: un coche a mucha velocidad, una serie de curvas, la fuerza centrífuga, sol, ese sol que te pone la piel un poco tonta, y cerrar los ojos y abandonarse al balanceo de las curvas y música como humo acariciándote los brazos y otra curva y chocar.
Pero chocar contra algo tan cálido que se apaga la cabeza y te tragás al mundo como si fuera la espina de pescado definitiva.
Mirá mi mano, dice. A la cuenta de tres flasheamos en tándem.
A cambio ofrecés todo el aire que te queda para que lo use alguien que realmente lo necesite, para que lo respire alguien a quien aún no le toque la apnea del darse cuenta de que todo está como tiene que estar y está perfectamente bien así.

 

 

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Dibujo por Oldřich Kulhánek.