Rescate emocional

Aquí delante del teclado he visto mis manos envejecer hasta parecer las de otra persona. Una admite tener estas microscópicas pero consistentes manchas de la vejez, así como admite un millón de otras disfunciones diarias, y se sienta delante de la página.

La página no está en blanco; ese es justamente el problema.

Si estuviera en blanco, una podría mentir, inventar, imaginarlo todo.

En la página ya hay algo, puesto por una misma, lo que significa que una ya tomó partido, ya intentó, a pesar de lo que dice Yoda. Y como una tiene grandes planes para su Jedi interior, siempre le hace caso a Yoda.

Pero la página ya no está en blanco. Una intentó poner algo ahí. Y digo intentó porque no salió bien. No es la primera vez. No es el primer paso en falso, ni el primer comienzo fallido; la mano vieja se adelanta confiada y produce notas disonantes. Se adelanta otra vez, y se quema. Se adelanta otra vez y recibe un shock eléctrico.

¿Es mi mano más inteligente que un hámster?

De vez en cuando veo mi reflejo en esta pantalla y eso me alucina un poco, ver la cara que pongo al escribir. Entonces me enojo y me voy.

Luego paso al cuaderno, me envuelvo en el papel para saber más, pero tampoco.

Ayer lo dije en Twitter. Es en vano oponer resistencia. No vale la pena esforzarse y trabajar cuando la palabra verdadera está tan lejos como el horizonte.

Cada tanto habito en esta mentira de escribir sin pausa y no siempre es un buen lugar para vivir. Voy de la cama al living dentro de esta mentira y me hago trampas, me impongo penitencias y castigos pero no funciona así. No siempre funciona así.

Cada tanto hay que admitir el vacío y dejar de jugar el juego de las lapiceras nuevas y los cuadernos mágicos.

Entonces me envuelvo en mi capa verde de los super poderes y salgo a la calle en busca de fiesta y amigos.

En la calle una puede gritar, aturdirse, brindar, reír, comer, sanar, comer un poco más, abrazarse mucho y celebrar las llamadas de los amigos, esas que llovieron parejito toda la semana y que me rescataron(¿todavía se puede usar esta palabra en un contexto que no sea el europeo-anal? Investigaré y se los confirmo. A mí, portadora de deuda externa con el FMI desde el día de mi nacimiento, no me corren tan rápido con lo del rescate. Uh. Cuidado. Viene el cuco.)

El único rescate que admito es el de mi tribu de hermosos inadaptados sacándome del escritorio a patadas, invitándome a tomar un vermú, improvisando desayunos, almuerzos, sobremesas y charlas de sofá.

La loca que cree tener super poderes, la aspirante a Jedi pierde los zapatos y se deja la capa por ahí.

Y después vuelve y trata de explicar lo inexplicable, y con el pelo mojado por una lluvia que no llegará hasta dentro de tres meses, se sienta nuevamente frente a la página.

Rasca y huele, y debajo de la piel lastimada ya se está formando la piel nueva. Las células saben lo que hacen. Aunque no lo parezca, una no puede cambiarse el disfraz antes de tiempo.

Ahora, por más que busque mi reflejo en la pantalla, no me veo. Esa que está ahí se me parece, pero no soy yo. Creo que Yoda estaría de acuerdo en que es el momento justo para dejar los pasos en falso y volver a sacar a bailar a eso que está esperando en la página.

 

 

Image: Peregrinus, by Thomas Shahan

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