Declaración de debilidad

Yo, que no tengo enfermedades serias, salvo esta insistencia en respirar, yo que me frustro sin remedio algunas mañanas porque el beso llega desteñido, declaro que me moriré, igualmente, sin estrépito. Me moriré de la muerte sola que silba en las esquinas.

Yo, que me levanto alcalina y blanda por las mañanas, y me hago la linda y la valiente, miraré a la muerte sola que silba en las esquinas porque he sufrido el equivalente al millón de dólares que valen mis ancas. Revoleo el pelo así, a pesar de las contracturas, y tintinean mil monedas oxidadas porque brillan mis marcas y yo las cuento y las riego en esos días. Yo, que no puedo subirme a una cama sin soñarle finales felices tipificados por demasiadas horas besando pantallas y páginas, me callo para oír como tintinean cospeles de subte y fichines de flipper, tiznados de desprecio.

Yo, que juego el juego sucio del hastío y del reproche, me subo a la cama como a una cima inexplorada y allí espero, mi tisis siempre lista para hacerme caer redonda si intentan cortar de mi todo lo verde que pensé que brotaría en otra lluvia.

Yo sólo sé jugar de una manera y no puedo competir con las colosas.

Yo, que me quejo de llena y me rumio las costras y las penas, con las sufridoras legítimas, con esas no puedo competir. Y no puedo jugarles una carrera a las pobres reinas de barrio que sacan adelante solas a sus hijos. Ni a los riñones de mi abuela y sus nudillos hinchados, que encima dicen cosas y ternuras prolijitas.

No puedo ya jugar carreras en el barrio, no me da el cuero ni la street cred.

Yo sólo miro y oigo como los magnánimos de esta pobre vida flaca las señalan y ensalzan diciendo (tierna, prolijamente): ellas sí que sí, ellas de verdad.

Yo solo miro y oigo a los limpios y sus vítores y callo porque tengo cicatrices que los demás no notan cuando me pasan el dedo buscando polvo.

Ellas sí que sí, ellas de verdad. Esperarán conmigo el ultimo silbido cuando nadie más tenga palabras, cuando el dedo que nos pasen a madres y enfermitas y putas sea el del olvido terco, el del olvido al mérito.

Jacques Prévert

Collage por Jacques Prévert

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *