Dentro

Salud, visitante. Esto es Champawat, tierra de sangrantes. Aquí nadie se pasea por las calles polvorientas. Todos se quedan metidos en sus casas, atendiendo sus heridas, lamentándose por los que ya no volverán. Afuera hay monstruos. Afuera hay bestias. Afuera hay un criatura que husmea el olor de tu entrepierna y luego se lanza con las fauces babeantes, directamente a partirte la cadera. La tigresa antropófaga te quiebra como si fueras un pichón de gacela. Si tenés suerte y te suelta, tendrás tiempo de mirar el agujero que reluce bajo tus costillas, el lodo oscuro que mana de tu cuerpo.

Yo hace rato que me miro sangrar. Después de cierto tiempo se transforma en un ejercicio interesante, una meditación en movimiento, la mente quieta, la sangre fluyendo hacia donde quiera que tenga que ir. Cuando la sangre coagula, vuelven las palabras.

No hay más que hacer. Quedarse quieta y esperar que la sangre se detenga sola. Y luego sí, volver a salir, buscar a la tigresa, pedirle más agujeros donde meter los dedos.

Estos días he estado patrullando la fronda en su busca. Dentro de un momento me sorprenderá, me tenderá una trampa, me la encontraré mirándome con sus ojos del color de la alcaparra. Ansío ese momento porque sé lo que viene después. El lento balanceo en una silla mientras dejo de gotear.

Y entonces, como buena vecina de Champawat, me encerraré a lamerme y curarme, y si me porto bien habrá palabras nuevas esperándome al otro lado.

Mientras tanto, tienen todas las entradas anteriores de esta bitácora para hacerse una idea de qué pasa aquí.

Vuelvo un día de estos. Y si no vuelvo ya saben en qué estómago encontrarme. Si no los encuentra ella primero.

korean tiger

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