Lunes animal

Ocurre que miro hacia afuera y seis ojos me preguntan si los llamo.

A veces no quiero tantos animales en mi corazón.

Entonces me encierro nuevamente en juegos fáciles, en rituales de comida y cobijo. Miro las orquídeas, quito las flores marchitas. Las flores viejas parecen de papel. Se quedan colgando de la planta hasta que alguien viene y se las lleva. Como mis animales y yo, que colgamos unos de otros hasta que alguno de nosotros sea tan frágil como el papel y ahí se quede, en las palabras.

¿Seré yo la encargada de las palabras?

En una librería alargada, en la vecindad de la feria de Tristán Navaja, en Montevideo, hay un libro de Bradbury que ya tengo y que volví a dejar en el estante.

Alguien se tomó el trabajo de subrayar cada animal nombrado por el autor. Luego los clasificó y cuantificó, con letra diminuta y parejita, en las primeras páginas. Creo que ganaban los leones.

Ahí están todos los animales de los que se valió Bradbury para enhebrar su fábula y yo lo dejé en el estante.

Que alguien vaya, por favor, a la feria. Que compre dos o tres latas antiguas de galletitas, de esas de metal, con la ventana redonda en el medio, y que después consiga ese libro y me lo traiga, con sus leones subrayados que resisten el paso del tiempo.

 

lion

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